Salimos?
En el Provincia me encontré con mi amigo Marcos, con quien compartí buena parte de mi infancia. Dados mas a la contemplación de la vida que al fútbol, con Marcos filosofábamos en la puerta de mi casa, devorando SuperBasookas de naranja. Después el se iba y yo lo acompañaba hasta la mitad del camino, que era la vía. Como seguíamos conversando, llegábamos a su casa y seguíamos el tema en su vereda. Después juntos hasta la vía y así de seguido. Después Marcos se hizo arquitecto, yo periodista y nos subimos a trenes diferentes.
En esta brevísima charla en el banco, mi amigo y yo llegamos a los hijos, con el asunto de su sedentarismo, ese que los lleva de la tele a la compu y de la compu a la tele. Pero mas que nada a su encierro permanente, su arresto domiciliario.
Los chicos de hoy tienen pocos lugares donde estar: la casa, la escuela, la casa de un pariente, el lugar donde toman un curso. Un itinerario fijo y seguro, donde cambiar un cautiverio por otro.
El problema, claro, es la inseguridad, palabra que todos repiten tanto, que pareciera que aumenta en importancia. Cuando circula entre nosotros, el mundo entero está en guerra con nosotros, la minoría de honestos. Los casos policiales se relatan con tanta insistencia que tienden a multiplicarse hasta el infinito. Es como los períodos inflacionarios: la velocidad con que circula una moneda, aumenta en forma artificiosa la cantidad de moneda circulando.
Claro, yo que no creo en las mayorías y su discurso, debería sentirme tranquilo, pero no. De un modo u otro repito la forma de vida del común, por lo que mis hijas también están adentro. Y el que mis hijas no salgan, aumenta la inseguridad.
Dice el psicopedagogo italiano Francesco Tonucci (autor de Con Ojos de Niño): “Hoy, los chicos no pueden salir de su casa. Los chicos dicen ‘Nos sentimos inseguros cuando las calles están calladas, cuando hay silencio y no pasa nadie, las personas están encerradas y no hay negocios abiertos ni movimiento’. Entonces, la idea es que los chicos vuelvan a la calle con la ayuda de todos. Por lo tanto, cualquier acción que se haga para que estén afuera, sin correr riesgos, ayuda. Los mayores tenemos que ayudar de lejos, porque sujetarles la mano les impide vivir su experiencia de libertad”. Y continúa diciendo: “la calle peligrosa es la vacía, no la calle vivida. Como hay peligro, hay que salir de casa para hacer una ciudad más segura”.
Ciertamente, podríamos sentirnos mas seguros si redefiniésemos el término vivir y el término infancia. Por mi barrio no hay chicos jugando en bandadas. Cuando dos o mas están juntos en la esquina, apuro el paso para llegar a casa. Si un buen día largásemos nuestros hijos a jugar a la calle, tal vez otro sería el cantar.
Pero para que eso ocurra, también los adultos buenos estaríamos obligados a encontrarnos. No digo siquiera que vuelvan las asambleas, sino que busquemos nuevamente el contacto humano.
"Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada".
Edmund Burke
En esta brevísima charla en el banco, mi amigo y yo llegamos a los hijos, con el asunto de su sedentarismo, ese que los lleva de la tele a la compu y de la compu a la tele. Pero mas que nada a su encierro permanente, su arresto domiciliario.
Los chicos de hoy tienen pocos lugares donde estar: la casa, la escuela, la casa de un pariente, el lugar donde toman un curso. Un itinerario fijo y seguro, donde cambiar un cautiverio por otro.
El problema, claro, es la inseguridad, palabra que todos repiten tanto, que pareciera que aumenta en importancia. Cuando circula entre nosotros, el mundo entero está en guerra con nosotros, la minoría de honestos. Los casos policiales se relatan con tanta insistencia que tienden a multiplicarse hasta el infinito. Es como los períodos inflacionarios: la velocidad con que circula una moneda, aumenta en forma artificiosa la cantidad de moneda circulando.
Claro, yo que no creo en las mayorías y su discurso, debería sentirme tranquilo, pero no. De un modo u otro repito la forma de vida del común, por lo que mis hijas también están adentro. Y el que mis hijas no salgan, aumenta la inseguridad.
Dice el psicopedagogo italiano Francesco Tonucci (autor de Con Ojos de Niño): “Hoy, los chicos no pueden salir de su casa. Los chicos dicen ‘Nos sentimos inseguros cuando las calles están calladas, cuando hay silencio y no pasa nadie, las personas están encerradas y no hay negocios abiertos ni movimiento’. Entonces, la idea es que los chicos vuelvan a la calle con la ayuda de todos. Por lo tanto, cualquier acción que se haga para que estén afuera, sin correr riesgos, ayuda. Los mayores tenemos que ayudar de lejos, porque sujetarles la mano les impide vivir su experiencia de libertad”. Y continúa diciendo: “la calle peligrosa es la vacía, no la calle vivida. Como hay peligro, hay que salir de casa para hacer una ciudad más segura”.
Ciertamente, podríamos sentirnos mas seguros si redefiniésemos el término vivir y el término infancia. Por mi barrio no hay chicos jugando en bandadas. Cuando dos o mas están juntos en la esquina, apuro el paso para llegar a casa. Si un buen día largásemos nuestros hijos a jugar a la calle, tal vez otro sería el cantar.
Pero para que eso ocurra, también los adultos buenos estaríamos obligados a encontrarnos. No digo siquiera que vuelvan las asambleas, sino que busquemos nuevamente el contacto humano.
"Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada".
Edmund Burke
Comentarios
Hay que ver si esa niñez, (en la que ganaban los más bananas y los mas vivos eran los que jugaban al fútbol hasta las 11 de la noche) no convirtió la picardía en hijaputez y la travesura en evasión de impuestos.
No me confundo con usted, lo he escuchado en "el puente" por años y se quien es. Me alegra encontrarlo.
Y también me alegra que mis hijos no sepan jugar al fútbol.
salud y buenos alimentos