Paradojas 1. Hacer Nada
Cierta y curiosamente es mucho mas difícil hacer nada que hacer algo, cosa que he comprobado en estas vacaciones dedicadas a la meditación y la filosofía.
Pareciera que estamos programados para hacer todo el tiempo. Nuestro homo faber mata con un pequeño cuchillito o a garrotazos a nuestro homo ludens, acusándolo de improductivo.
Lo que resulta paradójico es que, como dice la publicidad de zapatillas, hacer nada cueste tanto, mucho más de lo que cuesta hacer algo o hacerlo todo.
Para hacer nada, algo debe estar hecho previamente. Teniendo en cuenta que necesitamos comer, dormir, defecar, respirar, el hacer nada necesita de trabajos previos que faciliten la holganza. Si uno vive solo, deberá prever todas las necesidades fisiológicas antes de entregarse a la nada. Una máquina que alimente con bocados sin necesidad de moverse, un inodoro autosuficiente que prescinda de nuestro culo para cumplir su misión, etc. Si se vive acompañado, ninguna de las compañías deberá requerir de nuestra atención, auto valiéndose –incluso- en caso de incendio. Y esto es bien difícil ya que la dependencia anida en nuestro subconsciente, como graficaré con alguna escena cinematográfica arquetípica inventada plenamente:
o Un hombre solitario interpretado por Jack Nikolson, se instala en un departamento de un edificio. Es notorio que de algo se cansó y no quiere contacto humano hasta el final de sus días.
o Mientras tanto una joven (Meg Ryan) que trabaja de camarera en una fonda, recibe una bofetada de su prometido y se queda llorando en un rincón de su descascarado cuarto.
Obviamente, la chica irá a romperle las bolas a ese prohombre de la actuación o bien él deberá salir de su ostracismo porque la muchachita correrá por los pasillos reclamando un gesto humanitario.
Siempre es así, estar es estar para algo. Y esa misma potencialidad anula la posibilidad de hacer nada. Cuando uno hace nada cerca de otro humano en realidad –de mínima- hace guardia.
Por otra parte este mundo capitalista (que es el único que los humanos pueden entender), arroja sobre el que no hace nada una serie de preguntas acosadoras: por qué no hace nada? De qué vive si no hace nada? Por qué y para qué vive si no hace nada? Quién trabaja por usted si usted no está haciendo nada? A quién cagó para no hacer nada? Y así…. Obviamente, la contracara de esas preguntas, a menudo tácitas, es la culpa. Y hacer cualquier cosa con culpa es una cagada, incluso si la culpa es por hacer nada. De modo que aquí replanteamos esa frase absolutoria "culpa de qué, si no hice nada".
Como esto da para mas y noto que mis "entradas" (como se denominan a estos articuletes) son cada vez mas largas y la gente no tiene tiempo para leer tanto porque está hasta las manos haciendo algo o todo, aquí me detendré. A ver si puedo dedicarme a…
Pareciera que estamos programados para hacer todo el tiempo. Nuestro homo faber mata con un pequeño cuchillito o a garrotazos a nuestro homo ludens, acusándolo de improductivo.
Lo que resulta paradójico es que, como dice la publicidad de zapatillas, hacer nada cueste tanto, mucho más de lo que cuesta hacer algo o hacerlo todo.
Para hacer nada, algo debe estar hecho previamente. Teniendo en cuenta que necesitamos comer, dormir, defecar, respirar, el hacer nada necesita de trabajos previos que faciliten la holganza. Si uno vive solo, deberá prever todas las necesidades fisiológicas antes de entregarse a la nada. Una máquina que alimente con bocados sin necesidad de moverse, un inodoro autosuficiente que prescinda de nuestro culo para cumplir su misión, etc. Si se vive acompañado, ninguna de las compañías deberá requerir de nuestra atención, auto valiéndose –incluso- en caso de incendio. Y esto es bien difícil ya que la dependencia anida en nuestro subconsciente, como graficaré con alguna escena cinematográfica arquetípica inventada plenamente:
o Un hombre solitario interpretado por Jack Nikolson, se instala en un departamento de un edificio. Es notorio que de algo se cansó y no quiere contacto humano hasta el final de sus días.
o Mientras tanto una joven (Meg Ryan) que trabaja de camarera en una fonda, recibe una bofetada de su prometido y se queda llorando en un rincón de su descascarado cuarto.
Obviamente, la chica irá a romperle las bolas a ese prohombre de la actuación o bien él deberá salir de su ostracismo porque la muchachita correrá por los pasillos reclamando un gesto humanitario.
Siempre es así, estar es estar para algo. Y esa misma potencialidad anula la posibilidad de hacer nada. Cuando uno hace nada cerca de otro humano en realidad –de mínima- hace guardia.
Por otra parte este mundo capitalista (que es el único que los humanos pueden entender), arroja sobre el que no hace nada una serie de preguntas acosadoras: por qué no hace nada? De qué vive si no hace nada? Por qué y para qué vive si no hace nada? Quién trabaja por usted si usted no está haciendo nada? A quién cagó para no hacer nada? Y así…. Obviamente, la contracara de esas preguntas, a menudo tácitas, es la culpa. Y hacer cualquier cosa con culpa es una cagada, incluso si la culpa es por hacer nada. De modo que aquí replanteamos esa frase absolutoria "culpa de qué, si no hice nada".
Como esto da para mas y noto que mis "entradas" (como se denominan a estos articuletes) son cada vez mas largas y la gente no tiene tiempo para leer tanto porque está hasta las manos haciendo algo o todo, aquí me detendré. A ver si puedo dedicarme a…
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