EL EFECTO MARIPOSA


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¿El futuro está escrito o todavía hay que escribirlo?
Dicho de otro modo, ¿hay un destino, un futuro perfecto o lo porvenir está sujeto a nuestras decisiones?
Libre albedrío o determinismo.
Parte de nuestras penurias cotidianas consisten en la incertidumbre por lo que vendrá, por eso que no existe más que en nuestras ambiciones y nuestros planes, que se cruzan con obstáculos fantasmáticos que se mezclan en la misma nube.
Paradójicamente, una vida ya escrita, una vida espoileada perdería toda su gracia. Premisa que nos podría llevar a creer que la Argentina, país campeón de los giros dramáticos, es el país más divertido de la tierra. Y la verdad que no lo es.
Le propongo un juego. Tiene que elegir entre dos destinos
Destino A. Ganarse un millón de dólares en el quini
Destino B. Que un asteroide gigante haga mierda el planeta.


Ya eligió?
Destino A.
 Usted, que es un croto como yo, de golpe pasa a ser millonario. Iujuuu.
¿Cómo se cobra? ¿Dónde guardo la boleta? La pongo en un folio. ¿Voy a averiguar a la agencia o me estarán esperando los medios? ¿Cuánto me sacan en impuestos? ¿Cuánto me queda limpio? Hay que manejarse en el máximo secreto, no se lo podemos decir a nadie a nadie a nadie, porque nos pueden afanar, nos van a venir a manguear, se van a hacer amigüis por interés. Silencio absoluto.
Uno de los problemas de la repentina riqueza es que obliga a que la cultives, como si fuera una planta. Quien tiene su primer millón de dólares, está obligado a trabajar por el siguiente. ¿Plazos fijos? ¿Inversiones en la bolsa? ¿Alguien sabe cómo se fabrica guita con guita? Porque no hay peor fracaso que tener la oportunidad de salir de la pobreza y volver a caer en ella.


 Segunda cuestión. Conseguir deseos acordes a la nueva situación.
 Desde el vamos, no vamos a brindar con una sidra La farruca, ¿con qué se brinda cuando se es rico? ¿Con qué se visten los ricos, que no tienen nuestra tradición de coser los pantalones en la entrepierna? Vamos, en qué consiste nuestro disfraz de ricos. Y una vez conseguido, dónde estaría bueno lucirlo. ¿En el barrio, para que se nos metan a la noche a reventarnos la casa? ¿Compramos una alarma o nos vamos a la mierda? Adónde es a la mierda. Viajar por el mundo, reventarla tomando daikiris al borde de piscinas. Plan que no me seduce ni ahora, que tengo menos 20 en la sube. Y después? Habrá que volver para subir el escalón, para vivir en barrios de gente bien, que llegó allí antes, con alta probabilidad de haber cagado gente. A vivir en la cuadra de Tévez.
¿Nos volverá el dinero mezquinos? ¿Nos volverá desconfiados?
Dejaremos de trabajar para el viejo empleador, ahora no habrá más amo que nuestro tesoro.
Ahh, comprar propiedades y vivir de rentas. La de libros que podremos leer, la de cuadros que podremos pintar hasta  morir.
¿Estaremos listos para enfrentarnos a nuestros propios vacíos ocultos ahora por la rutina de la penuria?

Destino B.  El asteroide fatal.
  Una enorme roca llegará del espacio en el mes de enero y acabará con toda forma de vida sobre la faz de la tierra. Triste. Y extrañamente reconfortante. Todos nuestros miedos sobre la existencia se acaban en pocos días. Nadie nos verá morir, no veremos morir a nadie, no habrá agonías, todo se borra de un plumazo en una gran y espectacular explosión. El tiempo restante, en el que ya no importarán nuestras decisiones, donde no hay futuro que comprometer, tendrá que ser destinado a satisfacer todos los anhelos por siempre postergados. Declarar el amor, hacer el amor, saciar venganzas, comer lo prohibido, probar todas las drogas, decir lo nunca dicho, librarse de las deudas, de los enconos estúpidos. Habrá quienes se queden observando fogatas, habrá cuerpos de hombres por fin vestidos con ropas de mujer, cuerpos de mujer encontrados con otros cuerpos de mujer, caricias, abrazos, ebriedades. ¿Quién podría desperdiciar el tiempo? ¿Quién podría privarse de las últimas oportunidades de ser felices, de ser por fin honestos y consecuentes con los deseos?
 Porque todos sabemos que vamos a morir, lo que desconocemos son los turnos. Y eso nos hace vivir de cierta manera por las dudas, ser a veces falsos, ser absurdamente rebuscados, correr, siempre correr por si la parca quiere encontrarnos. Postergar los deseos hasta acaso olvidarlos, bien al fondo, cuando terminen nuestras obligaciones.

 Pero es mejor que nada se considere escrito, que no existan los destinos manifiestos ni los determinismos históricos. Que el futuro vaya cambiando mientras caminamos, que se abran en el horizonte todos los caminos posibles, que podamos saltar entre ellos, eligiendo a último momento el de la dama o el del tigre, el del asado con los chochamus o el menguante menú macrista libre de alegrías.
  El futuro argentino parece difícil visto desde ahora, pero no podemos permitirnos la quietud de la liebre que se encandila con los faroles, no podemos sucumbir a la parálisis de la granada que cae dentro de la trinchera. Hay que robarle al futuro su escritura de la historia, cambiarle el contenido a sus páginas. Amar, hacer, desear, construir en esta hora para bombardear al destino con felicidades imprevistas.

Tal vez nos damos un abrazo ahora y un pez del futuro se libre del pico de una garza que ya se lo comía.



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