Van las jaulas rodando para arriba o para abajo, por los valles y las colinas. Algunos aletean y fingen ignorar su cautiverio, tratando de evitar el choque contra las paredes. Otros se entregan al destino visible, aferrados de sus palitos, comiendo su alpiste, cantando y saltando, adornando con flores los barrotes.
 En ocasiones los alambres se entrelazan y forman grupos de jaulas que ruedan juntas con mucho estrépito. Eso da mucha alegría a los pajaritos, aunque se pueda sospechar que la alianza no durará para siempre.

 Somos eso, confederaciones ocasionales de pájaros solitarios.

Comentarios

Entradas populares de este blog

CARTA ABIERTA A LA SEÑO DE JARDÍN

Cómo se hace para comer un durazno, si uno quiere comer uno.(reedición)

Rumbos