Crisis
Mi cerebro se enojó y se fue, dando un portazo que dejó eco en el cuarto vacío. Lo que quedó, supongamos un grupito de neuronas de guardia, se dedican a tareas mínimas de mantenimiento como deglutir, respirar y flexionar las rodillas. No sin cierta amargura; si bien saben que el bocho tiene razón en fastidiarse, por eso de pensar siempre las mismas cosas, su partida las sumió en una cierta angustia que se nota en la mirada.
Mientras algunas neuronas duermen, otras se juntan sobre una ventana a tomar mate. También piensan, pero son pensamientos pequeños, que no llegan a ser tales en verdad. Son lo que la llama de piloto a la potencia máxima del calefón. Por ejemplo, cuando por las ventanas ven a mis hijas abrazadas jugando en la pileta, estas neuronas se miran y una dice: "si estuviese aquí el equipo de sentimientos se haría una panzada". Y la otra responde después de sorber el mate: "sí, lástima que todos reconocen que lo único importante son estas cosas, pero en las reuniones de trabajo, a ese equipo no le pasa pelota nadie".
Al menos es más fácil dormir, cuestión de cerrar los ojos.
En cambio, últimamente, por las noches, hay asambleas acaloradas. Gritos, llantos, piñas, humo de cigarrillo, un quilombo. Intento disiparlas con la tele, pero siguen en voz baja. Les meto minas en pelotas y el efecto dura lo que dura dura.
Pero ahora los muchachos se retiraron del recinto, hartos de no llegar a ninguna parte. Y yo me quedé con esta cara. Las neuronas de guardia no atinan a responder cuando me preguntan qué me sucede.
Mientras algunas neuronas duermen, otras se juntan sobre una ventana a tomar mate. También piensan, pero son pensamientos pequeños, que no llegan a ser tales en verdad. Son lo que la llama de piloto a la potencia máxima del calefón. Por ejemplo, cuando por las ventanas ven a mis hijas abrazadas jugando en la pileta, estas neuronas se miran y una dice: "si estuviese aquí el equipo de sentimientos se haría una panzada". Y la otra responde después de sorber el mate: "sí, lástima que todos reconocen que lo único importante son estas cosas, pero en las reuniones de trabajo, a ese equipo no le pasa pelota nadie".
Al menos es más fácil dormir, cuestión de cerrar los ojos.
En cambio, últimamente, por las noches, hay asambleas acaloradas. Gritos, llantos, piñas, humo de cigarrillo, un quilombo. Intento disiparlas con la tele, pero siguen en voz baja. Les meto minas en pelotas y el efecto dura lo que dura dura.
Pero ahora los muchachos se retiraron del recinto, hartos de no llegar a ninguna parte. Y yo me quedé con esta cara. Las neuronas de guardia no atinan a responder cuando me preguntan qué me sucede.
Comentarios
Osvaldo
La tevé no ayuda en ningún caso.
enfundada en mi overol y mi soplete en mano, no quema, no es necesario destruirlas, tienen que seguir la faena más adelante. Acorralo neuronas antipatrióticas, traidoras, abusivas, chalecos de fuerza para algunas, cárcel para otras. Sólo debemos esperar que entren en razón, qué se creen, hacernos pensar tanto cuando se agotó la voluntad, cuando
ya nos dimos cuenta que estamos en medio de una “crisis”.
La espera es un poco larga, es que la curva es pronunciada… pero cómo la mayoría de las cosas, no es eterna. Entonces, en algún momento, algo se detiene, es ese instante donde el silencio aturde, el viento se acobarda y la angustia se disipa... Uno se deja estar, desnudo, agazapado… sintiendo ese torrente de sangre mezclado con tierra y con basura. Y al fin, reconocerse misteriosamente humano, vulnerable, sensible, capaz de conmoverse en el dolor de uno, en el de otros… Lo mínimo se
vuelve grandioso... la plenitud... dos niñas abrazadas, jugando en la pileta.
No está del todo mal...