Giros
Estoy
viendo Cosmos, la serie de Carl Sagan que ahora conduce Neil deGrasse Tyson . Me emociona,
recorre la inmensidad del universo y la pequeñez de una molécula, viaja por el
tiempo y por el espacio. Miro Cosmos y me destila filosofía, así como a mi
amigo Gastón le da por la literatura.
El otro
día explicaban los agujeros negros. Claro que una cosa es entender una
explicación y otra muy distinta poder reproducirla, como sabe cualquiera que ha
tenido que rendir un examen. Pero como acá no ponen nota, voy a tratar de
transferir lo que me quedó del concepto.
Hay
cosas por ahí arriba que tienen una masa tremenda, que generan una fuerza de
gravedad tan zarpada que no se les despega ni la luz. Como los telescopios son –básicamente-
tubitos para ver cosas por la luz que emiten, los agujeros negros no se ven, se
los calcula. Se infiere su presencia porque hay cuerpos que sí emiten luz a los
que se ve girando a lo loco en torno de
una falsa nada. El ser y la nada.
Dos
cosas se me presentan para decir. Una, que obviamente los agujeros negros, lo
que no se ve, seduce a los investigadores más que lo visible. Tiene un parentesco
con lo erótico. Lo segundo es que esas cosas misteriosas, que están ahí y no se
pueden señalar con un dedo, son la moraleja perfecta para entender qué nos pasa
con una desaparición, que es –socialmente- peor que un homicidio. Si al flaco
lo hubieran simplemente asesinado, posiblemente nuestra reacción sería otra. No
digo que nos daría lo mismo o que no reclamaríamos justicia, pero así como
exigiríamos juicio y castigo estarían corriendo las etapas del duelo. Coexistiría
la herida con la cicatriz. Pero no, alguien que era, alguien que sigue y seguirá
siendo, en tanto no se nos presente como materia inerte, nos genera una
contradicción insalvable con nuestro modelo de mecanismo humano de dejar de
ser. Algo, una maniobra que -30 mil veces repetida- nos pone a los argentinos
(siempre tan excepcionales nosotros) en una categoría singular dentro de la
especie humana. Y la reacción es la misma por uno o por mil: negar la negación,
no aceptar el jarabe de la resignación, evitar que desaparezca la desaparición.
Nos pone a girar en torno de nuestro desaparecido y del crimen que denuncia su
ausencia, porque tiene una masa que nos está robando la luz.
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