La vida por Cristina


 Cuando sonaba el timbre y nos parábamos, un tercio de los varones se dirigía hacia el banco de Javier. El gordito de melena rulienta y rubia, emprendía entonces algún rumbo, y era seguido por mis compañeros, que considerarían que siempre era ese el mejor que podía tomarse.
 Yo hacía lo contrario. Si ellos se quedaban en el aula, me iba al patio, si salían, me quedaba. No porque tuviera alguna enemistad con el rebaño o con el propio Javier, pero me resultaba claro que no quería seguir al líder. 

 Será por eso que, de todas las ideologías que pude adoptar en la adolescencia, no elegí la peronista. En mi catecismo marxista, Perón había usufructuado el viento de cola internacional de la post guerra, y con métodos robados a Mussolini, había disciplinado al pueblo para aventar toda esperanza de una revolución verdadera desde el lado rojo.

 El tiempo pasó, uno madura, comprende que el peronismo ha sido lo único transformador y  lo más revolucionario que supimos pergeñar, aunque en el fondo uno quiera otra cosa. Pero, y aunque me repuse de mi gorilismo perfecto en la última década, sigue sin gustarme que el pensamiento se restrinja a lo que señalan sus líderes. O a que solo sea en un determinado líder donde recaiga la tarea de conducir el pensamiento de una época.

 Se entenderá ya que no sería mi deseo que durante los siguientes cuatro años permanezcamos abrazados hasta que vuelva Cristina. Mitad porque Cristina es tan mortal como yo. Quisiera otro movimiento de fichas, el surgimiento de alguien más, que encarne lo mejor de la docena de años, y se deshaga de los errores cometidos, un núcleo político más horizontal, con segundas y terceras líneas autorizadas y obligadas a alzar voces críticas cuando el rumbo se desvíe de la ideología acordada. Piezas de recambio, una agenda más amplia que la ya ampliada por los gobiernos K, federalización de la renovación generacional, etc.

  Pero ocurre que en estos tiempos el '55 se está reeditando. La caterva de agentes del imperio que han venido a gobernarnos, está más que dispuesta a barrer con todo vestigio de esta bastedad (que excede al peronismo) que se llama kirchnerismo. Para eso, como hicieron los Leonardi, Aramburu y Rojas, están decididos a cargarse su capital simbólico. Cristina es un objetivo, el primero de todos,

 De manera que, desde una fundamental revisión del pasado, que va de la mano con la imperiosa necesidad de darnos una estrategia hacia el futuro, no sería el momento de arriar la bandera de la ex presidenta.

 Porque los líderes, así como Javier en el 3er año del Nacional, no solo están para tomar la iniciativa, no solo están para ejercer una vanguardia que nos evite el arduo trabajo de pensar caminos, también son la encarnación de una voluntad colectiva, es el mecanismo de representación por el cual, así como hay un representante, hay también representados.

 Cristina es la bandera debajo de la cual podemos ponernos muchos, incluso quienes hemos visto sus muchos defectos. Es la bandera por todo lo bueno que ha hecho y representa, y porque del otro lado está la de bandas y estrellas. Hoy habría que dar la vida por Cristina, si fuera necesario. Pero a sabiendas de que es la vida cotidiana de sus embanderados la que está más en juego, a sabiendas de que los salarios se habrán perdido en cuatro años si no nos organizamos, a sabiendas de que puede querer no volver y nosotros aquí esperando su vuelta salvadora.

 Esperaría que en un tiempo, nos hayamos podido dar nuevos liderazgos.

En el mientras tanto, voy a recordar el fragmento de un libro, que además usé en un posteo sobre el Papa.



"Mirá, Gordo", dijo Salamanca, "el problema es éste: los obreros son peronistas, pero el peronismo no es obrero". --
"¿Durante cuanto tiempo te pensaste esa frase, pibe" , replicó Cooke? - "Si el peronismo fuera obrero como los obreros son peronistas, la revolución la haríamos mañana mismo"."
Y si, claro", dijo Salamanca."Tenemos que conducir la clase obrera al encuentro con su propia ideología, compañero. Que no es el peronismo".
"Estás equivocado", dijo Cooke con una convicción casi tangible. "Eso es ponerse afuera de los obreros. Eso es hacer vanguardismo ideológico, Salamanca. Recordá lo que aconsejaba el barbeta Lenin: hay que partir del estado de conciencia de las masas. ¿Está claro, no? La identidad política de los obreros argentinos es el peronismo. No estar ahí, es estar afuera". Entonces Cooke dijo: "Me cago en Perón, Salamanca". Agarró de nuevo su vaso, lo golpeó contra la mesa dos o tres veces y dijo: "Más vino aquí". Miró fijamente a Salamanca y dijo: "No sé si he sido claro, compañero".
"Nosotros también, Gordo. Nosotros también nos cagamos en Perón" "Parece que estamos más de acuerdo de lo que creíamos"
"No, compañero. No estamos de acuerdo. Porque ustedes se cagan en Perón de una manera y yo y los peronistas como yo de otra. Porque, para ustedes, compañero, cagarse en Perón es quedarse afuera. Afuera de Perón y de la identidad política del proletariado. Mientras que para nosotros, cagarnos en Perón, es rechazar la obsecuencia y la adulonería de los burócratas del peronismo. Es reconocer el liderazgo de Perón, pero no someternos mansamente a su conducción estratégica. Para nosotros, Salamanca, para mí y para los peronistas como yo, para los peronistas revolucionarios, cagarnos en Perón es crearle hechos políticos a Perón, aun al margen de su voluntad o del que sea su propio proyecto. Para nosotros, Salamanca, para mí y para los peronistas como yo, para los peronistas revolucionarios, cagarnos en Perón es creer y saber que el peronismo es más que Perón. Que Perón es el líder de los trabajadores argentinos, pero que nosotros, los militantes de la izquierda peronista, tenemos que hacer del peronismo un movimiento revolucionario. De extrema izquierda. Y tenemos que hacerlo le guste o no le guste a Perón. Porque si lo hacemos, compañero, a Perón le va a gustar. Porque Perón es un estratega y un estratega trabaja con la realidad. ¿Entendés, Salamanca? Y nosotros le vamos a crear la realidad a Perón. Una realidad que, más allá de sus propias convicciones que son muy difíciles de conocer, Perón va a tener que aceptar. Porque Perón, Salamanca, ya no se pertenece. Quiero decir: lo que no le pertenece es el sentido político último que tiene nuestra historia. Porque Perón, Salamanca, va a tener que aceptar lo que realmente es, lo que el pueblo hizo de él: el líder de la revolución nacional y social en la Argentina. Ésa es, entonces, compañero, en suma, mi manera de cagarme en Perón".
Extraído de "Nunca he visto otro hombre más vivo que éste", José Pablo Feinmann, Fragmento de "La astucia de la razón", editorial Norma.


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