Bichos de una noche de verano

       
 Me costaba dormir. Así que aproveché para clasificar criaturas de la noche.

  • Escarabajos marrones que vuelan en pedo. Entran por las ventanas y chocan. Vienen puestos de alguna fiesta. Entran y chocan con todo lo que se interpone, así que son fáciles de matar. Casi creo que es lo que vienen a buscar.
  • Idiotas y fumadas polillas, fascinadas por la luz. Helicópteros pelusientos a los que se les rompió el rotor y vuelan en tirabuzón, difíciles de matar al primer chancletazo. 
  • Arañas anoréxicas (nunca vi a una comiéndose un insecto). Su única función es generar escándalo.
  • Y, claro, los mosquitos psicópatas. La naturaleza los hace tragar sangre. Por eso a su cara tienen pegada una hipodérmica. Bien. ¿Pero para qué le agregaron el zumbido? Por qué nos hacen sufrir con el anuncio de su vuelo, ese que -como en el juego de la silla-  se detiene de golpe en la oscuridad, y nos llena de incertidumbre sobre el lugar del ataque. Nos cacheteamos, tiramos desesperados manotazos al aire, mientras el mosquito se ríe y sigue su silbido infernal. Imagino cuán tétrico sería un cocodrilo equipado con parlantes para hacernos escuchar una alarma de auto antes de comernos. O un león con la música de Tiburón. ¿Sería una ventaja para las víctimas? No creo. La música incidental es paralizante. 
  • Cuando los mosquitos salen en banda, son un modelo a escala de la patota de La Naranja Mecánica.

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