un aplauso para el asador
En mi torpeza recurrente se me chispotearon un par de posteadas. Decía en la anterior que me duele todo, hasta el DNI.
Será porque el domingo hubo Camet. Hice fuego por primera vez en mi vida. He renunciado a aprender las artes del asador, convencido como estaba -y ahora compruebo- que es una tarea demasiado sacrificada. Siempre opté por ser de la mesa de truco con morcillita fría.
Pero este domingo llamaba al aire, y allí fuimos con cinco kilos de carbón y un viento que te torcía le jeta buscando los fogones.
Los patys me salieron justo, ni jugosos ni resecos, toda un hazaña que me hace ir por más, una provoleta y unos chorizos serán de la partida en la próxima.
Lo me duelen son las gambas. Pasó que a mi hija mayor y a una amiga invitada se les dió por alquilar esos catafalcos de dos bicicletas unidas y con un toldito. Y como son chicas de la era de las pantallas, las patitas no le daban para desencajarse de los caminos con barro seco y de las banquinas con pastos largos. Cuestión que este mártir de la causa devino en caballo bípedo y tuvo que empujar el engendro toda la media hora.
Me jode admitirlo, pero mi estado físico es lamentable. No siento las piernas.
Comentarios
Vacío e ibuprofeno.
La receta justa para dichas proezas...
Saludos.