mundo onírico
Otra vez tuve uno de esos sueños que me despiertan lleno de preguntas acerca de qué pasa ahí adentro.
1.
Yo era de los aliados y capturamos una tortuga perteneciente a Joseph Goebbels, el poderoso ministro de propaganda de Hitler. Por lo que sucedería después, el quelonio había sido encontrado culpable de crímenes varios y condenado a muerte. Un tortugo de los nuestros, en el living de mi casa, era el encargado de la ejecución. Ahí es donde este sueño, hasta ahora tan normal, se convierte en pesadilla. Porque el proceso de apagar la vida de la tortuga nazi se vuelve morbosamente largo. El verdugo -de mayor contextura - se monta sobre el condenado y busca su cuello para decapitarlo a mordidas. Tal vez pasen horas hasta que obtenga la primera sangre. Yo no puedo mirar. Poco amigo de la pena de muerte, aunque sepa cuánta desgracia debe pagar la tortuga de Goebbels, tengo el estómago revuelto por esta agonía. Así que me voy, dejo que esa forma de justicia siga su curso sin que yo la vea, me escondo en mi cuarto para no ver la boca del que agoniza abrirse en un grito sordo y eterno. Después vuelvo, porque soy algo así como un supervisor. La cabeza y el cuello del nazi han desaparecido, quedando un agujero rodeado de sangre que mancha su propio caparazón. El ejecutor la lame.
2.
Me caigo, me golpeo la cabeza y me desmayo. Me despierto. Soy una leona. No, mejor dicho, soy una de Las Leonas, pertenezco al seleccionado femenino de hockey. Sigo siendo hombre, pero por algún sortilegio que el sueño no consigna, ahora tengo trenzas y minifalda.
3.
(en ese entonces yo era gerente de una librería) Entra a mi oficina un pato gigante. Cuac, un pato, gigante, del tamaño de ese pajarraco de Plaza Sésamo. Daniel (el dueño) me pasa un puñal y me ordena matarlo. Voy a hacerlo, tomo postura de duelo de arma blanca, medio agachado, los abrazos abiertos, sosteniendo firme el cuchillo. Pero el pato se transforma, es una tía, es otra cosa, se transforma en un niño. Daniel me susurra que no me deje engañar, me dice que el pato muta como la chica de El Exorcista. Supongo que lo maté, me desperté justo.
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