El sinsentido aparente del Universo


   Que una persona pase de pagar noventa pesos por el servicio de gas a pagar dos mil, no sólo impacta en su bolsillo. Si en lugar de prender fuego a la sede de la empresa, su primera reacción es preguntarse cómo podrá pagarlo, si acepta, aunque sea amargamente, que las condiciones han cambiado y que acaso sea él  y sólo él quien no esté a la altura de esos cambios, si rumia su fracaso como si la autoría le perteneciera, lo que en realidad pasa es que el sistema ha ganado su batalla por la conquista del sentido.
 Hoy es el día del periodista, y no se cuántos saben que somos fabricantes de eso, de sentido. Que cada noticia, cada opinión, cada título, cada foto es un ladrillo que va construyendo una idea general del universo y un bosquejo de uso colectivo de lo justo y de lo injusto.
 No soporto el gesto aséptico que ponen en cámara algunos de mis colegas, esos aires de importancia con que trafican las piedras de ese castillo ajeno que apenas los emplea como pajes. Actúan con el cinismo de los mosquitos que transmiten el dengue sin contraerlo: cualquier zancudo (así como cualquier presentador de noticias), dirá que apenas cumple con su rutina de trabajo y que no depende de él lo que ocurra con su pico.
Y no lo soporto porque las cabezas que luego cascan con garrotes en la pantalla, con un zócalo que dirá DISTURBIOS, las cabezas que nunca son rubias, que nunca usan champú Lóreal, se llenarán de las magulladuras que el noticiero vino enseñando a su audiencia a tolerar y justificar.
Y en otra parte el editor de un portal de noticias quiere adornar la página con un muestrario de culos. Nalgas por las que trepa la cosificación femenina, tangas que sostienen a los violadores, para que desciendan como arañas sobre mujeres de la calle (y digo "de la calle" y quiero volver para aclarar que hablo de tu madre o de la mía, de tu hermana, de mis hijas, que transitan unas calles pavimentadas de un sentido misógino y abusivo). E irá a cubrir, hará cubrir, el director del portal, la marcha por Ni una menos, tratando de que se note cuánto compromiso tiene la empresa ante la violencia de género. La ignorancia que se finge en las redacciones no me parece de ningún modo absolutoria.

 Pero también hay gente digna, hay periodistas dignos y conscientes, hay periodistas que sí se reconocen operarios y operarias de un engranaje que levanta paredes de sentido. Hay úlceras, hay ansiedad, hay bronca mientras se ganan el pan y discuten con jefes pelotudos que fingen ignorar lo que fabrican. Hay hormigas tratando de debilitar al monstruo desde dentro mismo de sus fauces.

 No alcanza, nunca alcanza en tanto los periodistas seamos proletarios y una caterva de canallas posea los medios de producción.
Tal vez exagere un poco, pero la nuestra debe ser la profesión con menos conciencia de clase.
Si estoy en un error al respecto, que se me muestre una lista de al menos cinco periodistas que interpelen preguntando a un funcionario poderoso hasta ponerlo contra la pared de sus propias contradicciones. Las preguntas que escucho son rampas o pistas de aterrizaje.


 El Universo, la realidad, la vida es puro caos, hasta que llegan los telescopios, los microscopios y los observadores a describir la lógica interna de las cosas. Lo sabemos, pero a veces preferimos magias y hechos fortuitos e inconexos. El sistema hace creer que no hay un orden ni un deber ser, para que en la atomización aparente de los procesos, no nos quede otra que el cinismo, la abulia, la desesperanza y pagar la cuenta de gas.

No concibo un periodismo no mire ni se mire en perspectiva, que no piense en el gran mensaje que constituye la suma de todos sus mensajes.

Feliz día para tod@s los buenos periodistas.

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