Está lloviendo...
No se si es André Rieu con Adiós Nonino lo que me convenía. Esto de estas épocas, ser uno el medio de comunicación y andar seleccionando música en youtube, tiene sus desventajas. Pero sí, ahora la música crece y yo escribo apurado. Con la lluvia se me llenó la cabeza de palabras.
Vine y saqué todo de la mochila: el libro, el medio pebete en su bolsita, la bufanda. Pero acá recordé que es impermeable por dentro. Había quedado fuera del círculo seco de mi paraguas. Paraguas, pensé en paraguas hoy.
Pero antes, vine en un micro que esperé mucho tiempo. A propósito esperé ese. El paraguas es nuevo y lo estrené hoy. Así que me gustaba estar parado en la avenida y escuchando el golpeteo de las gotas sobre él. Y ver de paso el río que pasa por el cordón de la vereda, reflejando luces de neón.
Terminé solo en el colectivo. Hasta en un momento flashié con levantar la mirada y que no haya conductor. Terminar solo tiene su lado bueno, el colectivo parece un taxi. E iba despreocupado de pasarme: como termina su recorrido a la vuelta de mi casa, daba igual que estuviera atento. Mejor, porque los vidrios estaban empañados, y como pasa por barrios que se parecen, en cada momento podía estar en cualquier lado.
Yo iba metido en la lectura. El lado malo de quedarme solo es que no podía presumir de estar leyendo un libro amarillo. Me prestaron uno de Anagrama, Limónov. Se nota que es genial. Pero, para quienes somos lectores, Anagrama es casi insuperable (a lo sumo estará Siruela); aquí están Bokowsky, Bergson, Bolaños, Kerouac... Presunciones pelotudas las mías. A quién le interesa. Si fuera con una campera de River sería más lógico.
He notado que se usan poco los paraguas. En el universo estudiado hoy, somos bien pocos los que recurrimos a él. Ja, pobres de ellos, se sentirán muy tontos cuando cojan una gripa y deban llamar a casa al matasanos para que les aplique cataplasmas. Son los mismos que en verano se exponen al sol, adquiriendo una piel oscura, como la de los criados.
Por qué sera que la lluvia me gusta. Será que cae hacia abajo, que me conecta con el eje de la tierra, será que nacimos del agua y tiene un sello materno, será el olor de su aire, será el erotismo de la ciudad que lubrica, será el brillo, será la persistencia, será nuestra pequeñez ante su fatalidad, será que se contrapone al odioso sol de los domingos, qué será.
Llueve y tengo ganas de llover en palabras, aunque solo diga sandeces.
Ahora puse un mix del maestro Rieu. Me siento tan culto y refinado. Tendría que prender el habano que me regaló Mauro. Ah, voy a encender la lámpara de pie.Y al carajo todo, en la intimidad de mi nada.
Vine y saqué todo de la mochila: el libro, el medio pebete en su bolsita, la bufanda. Pero acá recordé que es impermeable por dentro. Había quedado fuera del círculo seco de mi paraguas. Paraguas, pensé en paraguas hoy.
Pero antes, vine en un micro que esperé mucho tiempo. A propósito esperé ese. El paraguas es nuevo y lo estrené hoy. Así que me gustaba estar parado en la avenida y escuchando el golpeteo de las gotas sobre él. Y ver de paso el río que pasa por el cordón de la vereda, reflejando luces de neón.
Terminé solo en el colectivo. Hasta en un momento flashié con levantar la mirada y que no haya conductor. Terminar solo tiene su lado bueno, el colectivo parece un taxi. E iba despreocupado de pasarme: como termina su recorrido a la vuelta de mi casa, daba igual que estuviera atento. Mejor, porque los vidrios estaban empañados, y como pasa por barrios que se parecen, en cada momento podía estar en cualquier lado.
Yo iba metido en la lectura. El lado malo de quedarme solo es que no podía presumir de estar leyendo un libro amarillo. Me prestaron uno de Anagrama, Limónov. Se nota que es genial. Pero, para quienes somos lectores, Anagrama es casi insuperable (a lo sumo estará Siruela); aquí están Bokowsky, Bergson, Bolaños, Kerouac... Presunciones pelotudas las mías. A quién le interesa. Si fuera con una campera de River sería más lógico.
He notado que se usan poco los paraguas. En el universo estudiado hoy, somos bien pocos los que recurrimos a él. Ja, pobres de ellos, se sentirán muy tontos cuando cojan una gripa y deban llamar a casa al matasanos para que les aplique cataplasmas. Son los mismos que en verano se exponen al sol, adquiriendo una piel oscura, como la de los criados.
Por qué sera que la lluvia me gusta. Será que cae hacia abajo, que me conecta con el eje de la tierra, será que nacimos del agua y tiene un sello materno, será el olor de su aire, será el erotismo de la ciudad que lubrica, será el brillo, será la persistencia, será nuestra pequeñez ante su fatalidad, será que se contrapone al odioso sol de los domingos, qué será.
Llueve y tengo ganas de llover en palabras, aunque solo diga sandeces.
Ahora puse un mix del maestro Rieu. Me siento tan culto y refinado. Tendría que prender el habano que me regaló Mauro. Ah, voy a encender la lámpara de pie.Y al carajo todo, en la intimidad de mi nada.
Comentarios