Are you ready?
Alguna vez
estamos preparados?
Ni de modo
individual ni de modo colectivo parecemos estar preparados para las circunstancias
que se nos presentan. Cada cambio en nuestras constantes vitales, nos muestra
ensayando nuevas respuestas. Como dice el dicho “cuando teníamos todas las
respuestas, nos cambiaron las preguntas”.
En el ámbito personal, nadie está
suficientemente preparado para: casarse, ser padre, asumir fallecimientos
cercanos, separarse, quedarse sin trabajo, enfermar. Las variables son traumáticas
siempre, aunque a priori se puedan suponer como “buenas noticias”: quedar desempleado puede ser una catástrofe y
pasar de la noche a la mañana a ser millonario, también.
Pero me interesa verlo en el plano de la
sociedad. De las mil cosas que podrían mencionarse, me quedo con unas pocas.
La educación de nuestros chicos, el andamiaje
burocrático y pedagógico que llamamos Educación y que tuvo en el país su
lanzamiento con la Ley 1420 (hace 130 años), no está del todo preparada para
integrar a su diseño curricular la revolución tecnológica de las
comunicaciones. Hay intentos, hay esfuerzos…pero el noventa por ciento de los
docentes somos analógicos, con alumnos digitales. Temprano para decir si
mejores o peores, pero no para afirmar rotundamente que pertenecemos a culturas
diferentes.
Otro ejemplo. Las casas se siguen diseñando
para las familias de hace tres décadas. Casi todas tienen un comedor separado
de la cocina. Allí se intenta poner la mejor mesa y la mejor decoración para
ambientar comidas que se sirven cuatro veces al año como mucho. Es en su
hermano bastardo, el comedor diario, donde pasamos todo el tiempo, donde se
desarrollan las vidas familiares de verdad, siempre con horarios ajustados,
siempre yendo y viniendo a los pedos.
Y me acerco a lo que me motiva a escribir esto.
Las ciudades. Las ciudades no están preparadas para tantos autos, por ejemplo. El
día que se diseñaron (si es que hubo un día, sacando a la ciudad de La Plata, en
que alguien se las puso a diseñar) teníamos tranvías, caballos por todas
partes, mucho olor a bosta y algunos pocos autos. Los sistemas de transporte público
tenderán a ser cada vez más deficitarios, cada día habrá menos espacio para
estacionar y cada día más choques porque no estamos preparados para ser las
ciudades DE los autos. No CON, DE los autos.
Por último, los intendentes no están
preparados para que llueva. O sea, sí, están preparados para que llueva, pero
con la lluvia de cuando yo era chico. Pero como a la lluvia se le da por caer
como se le canta, los alcaldes de todo el país (y por qué no del mundo todo)
conforman un coro con uniforme de pilotín amarillo en donde entonan su himno intitulado
“Nadie esperaba que lloviera así”. Después del chubasco que barrió medio
distrito, se sacan el impermeable y van a firmar un acuerdo de cualquier cosa,
munidos de sonrisas y corbatas. Hasta que se viene la maroma de nuevo.
Algo me dice que las conclusiones que nos
repetimos bajo los aleros son verdades. El clima cambió. Pero no es que cambió
como puede cambiar un amigo en un mal día y al siguiente empieza a ser el
mismo. No! Es otro! Como si al pelado le hubiera crecido pelo, como si hubiera
cambiado de sexo a nivel cromosómico. Pero lo que tiene la lluvia es que en algún
momento para, el agua se escurre y vemos qué foto colgamos en Factbook para
cubrir nuestra egocéntrica demanda de Me gusta. Los caños siguen siendo los
mismos, los árboles siguen conviviendo con los cables, etc.
También creo que los meteorólogos saben mucho
menos de lo que necesitaríamos que sepan. “Puede que haya vientos fuertes”,
dicen, y se nos vuela la catedral. “Con alguna presencia de granizo”, dicen, y la
estatua de bronce de San Martín se nos abolla hasta quedar como Toulouse
Lautrec. Y los vidrieros y los chapistas y los vendedores de lunetas para
coches y los de seguros estaban poco preparados.
Jorge Köstinger
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