Al calor del verano
No gusta el verano, no. Nunca gustó verano a mí. Puede ser trauma de mi niñez de gordo. A los gordos no nos gusta la playa, sobre todo con nosotros expuestos en ella. Nuestra piel es blanca y codiciada por los rayos UV; nuestras dermis se escaldan en modo camarón.
Y después mi categoría Cadete de Conserjería, haciendo horario cortado y esos trámites bancarios de última hora en plena temporada de los '80 con la peatonal hasta las tetas y el banco que ni te digo. De andar por allí, San Martín entre Santiago y Santa Fe, viene seguro mi fobia a la asociación ilícita de olores que sale de los turistas. Olor a basura que exhalan las cocheras y los rincones oscuros de pizzerías y restaurantes. Olor a bronceador rayito de sol. Olor a perfumes de señora. Hedor a mierda de la mucha mierda que se escurre por debajo de la peatonal y golpea gaseosamente la nariz en las esquinas. Y Olor a Nivea y a café con leche derramado de a 200 tazas por vez para el contingente que sale. Olor a milanesa con una capa así de pan rayado. A rabas fritas en un aceite milenario. A Jorge Corona borracho, tirado en el piso y moviendo la manito en un último estertor.
"No nos podemos quejar, vivimos del turismo" gritan los oyentes de La mañana de María Delia. Esta. Los dueños de los medios de producción vivirán del turismo, los proletarios vivimos de las migajas que se derraman de las mesas donde devoran los amigos de Barrionuevo, un banquete donde se sirven piernas de camarera en lonjas. Me acuerdo si de las propinas con las que pagaba mi taxi en las madrugada, harto ya de esperar el 553, después de mucho otear el horizonte, la corbata volando por la brisa del mar tragado por la noche, en medio de los gritos de borracho de la calle Bolivar.
Los días son más largos, en verano, los dìas son eternos. Y los días largos eternos son bellos para el que descansa, para el que se fuma la luna sentadito al borde del agua. Pero mientras unos fuman luna otros fuman la prepotencia, la cara de orto del que tiene derecho porque paga, un derecho ilimitado y sin miramientos, porteño. Exijo ver al dueño, esto es un escándalo, de aquí me voy a Derechos del Consumidor, del consumidor, del consumidor.
Creo que no quiero ir a ninguna parte en verano. Pero a veces se junta tanta gente que uno camina y va siendo parte de distintas colas. Para comer, para ver Vedetísima, para la promoción de champú. Aunque bajes a la calle y te muevas sos parte de una cola, te desplazás tan lento, tan mortuoria y sardinescamente quieto.
Hasta los culos me hartan. Me fastidia esa sobreoferta visual que devalúa el placer de ver un culo.
Hay bichos: aguaciles, estúpidas polillas difíciles de aplastar y que cuando las aplastás dejan una mancha aterciopelada y con patitas en las paredes, escarabajos voladores, moscas. Odio en especial a los mosquitos volando en la oscuridad, deteniendo su pequeña alarma incorporada en un sitio indeterminado de la pieza. Doy manotazos aleatorios que no me dejan la tranquilidad de haber matado, sino la certeza de estar siendo bebido en un lugar inalcanzable para mi mano, que también quiere dormir.
Me canso de comer fiambre, pero no quiero cocinar. Quiero sánguche, Ser citrus (no serlo yo, la marca "Ser") y alejarme del sol. Intento dormir y me despierto flotrando en mi propio caldo.
En el interior de mi auto hacen 50º. No tiene refrigeración y las ventanillas andan mal.
Me baño más veces de las que quiero.
Odio el verano. Me enloquece. Lo abomino.
Felices vacaciones a todos los veraneantes. A disfrutar.
Comentarios
Al fin.
Saludos
- Si flaco, por supuesto. No hay clases, te levantás más tarde, podés salir a chatarrear todo el día. Encima te podés colar en la pileta de los testiles.
- Lo único que no me gusta es que hay más moscas.
- Si pero es por las zanjas, están más podridas. ¿No viste que hacen como globitos, y tienen más tufo?
- Si. Hablando de tufo, a mi me gusta el olor de milanesas. En casa, mi vieja cuando pone a calentar el aceite que guarda para freír, llena todo con olorcito a milanga. Hasta la esquina llega el olor.
- A mi hermana le regalaron el año pasado una crema nivea, y como la usa para no pasparse los brazos nada más que en verano, cuando la usa me hace parecer que es el olor del verano.
-¡Uy, que suerte che! Me contaron que esas cremas las usan la gente de guita para no quemarse con el sol, en Mar del Plata. ¿Alguna vez fuiste al mar Hueso?
- No, pero mi viejo si. Estuvo tres días y me contó que está buenísimo porque el mar es inmenso y toda la gente que va a jugar es más de la que vive aquí en Transradio.
-¡Que lindo debe ser vivir en esos lugares! Vas al agua cuando se te antoje, o cuando terminás el laburo. Vivir allí debe ser lo mejor, no te podés quejar. En cambio acá es aburrido, no se puede ni jugar con agua porque se puede joder el bombiador. Pero mejor, así no te obligan a bañarte seguido.
-Si cierto. Pero igual prefiero el verano, es como que el calor viniera de una máquina. Una que fabrica días nuevos y cuanto más calor, mejores van a ser los días. Por lo menos te mantiene la esperanza que la vida puede mejorar el año que viene. En invierno la fábrica se apaga…
El Hueso y el Flaco siguieron charlando, sudorosos, rascando el polvillo suelto de una calle de Villa Transradio, con las patas descalzas. Atajándose el sol con las bolsas de juntar botellas y latas, añorando lo que no conocen, deseando lo que muchos aborrecen.
(Fragmento oído por El Barquillero)
prefiro al calor del inverno!!!
Naa,me morí!Suerte que lo leo en invierno porque si lo hacía bajo 35grados me descompongo!
Es perfecto!