Despierta Mar del Plata! la @!%&W!!
Supongamos que usted se despierta a las siete menos veinte, desayuna, murmura maldiciones producto del sueño, maneja, deja a su familia en sus respectivos lugares obligatorios. Supongamos que son ya las ocho de la mañana y quiere -por ejemplo- llevar a arreglar una bicicleta fija.
Qué le pasa a esta fétida ciudad (siempre hipotéticamente hablando) que nada comienza a funcionar antes de las nueve y media de la mañana?!!!. Talleres mecánicos, consultorios, almacenes, bicicleterías, todo duerme medianamente hasta esa hora. Pero no es que lo ponen en un cartel y se hacen cargo, noooo cualquiera te bate que a primera hora te espera para tal o cual arreglo y cuando uno inquiera si entiende bien, que a primera hora son las ocho de la mañana, el señor -sin siquiera aportar un poco de rubor a sus mejillas- nos dice que claro, que a esa hora abren. Y uno, que es un pelotudo (hipotético), se planta ocho menos diez para ser el primero. Así vamos viendo salir el sol, desperezarse a los perros y manejar a los taxistas y remiseros, pero del señor mencionado ni noticias. Con suerte a eso de la 8:52 aparece un pibe y abre la persiana. Uno entonces se dice que la espera valió la pena, que ya llega lo esperado. Minga, es un ayudante de su excelencia, que tiene como única misión poner la pava para el mate.
Pasa muchas veces que en los negocios se junta algo de gente afuera esperando la gran apertura. Puede ocurrir que uno no quiera sacar un número al ingresar por el mero hecho de que la gente que entró con uno sabe bien quién primero y quien segundo. Pero quiere la parsimonia del tendero que todo se demore UNA ETERNIDAD. El tipo que atendió antes le presenta un caso inusitado, una barbaridad estrafalaria en el ámbito bicicleteril. Ya estoy adentro -se consuela uno- en definitiva lo que me molesta de esperar será recompensado con la atención personalizada para mí también. Pero de la nada aparece una vieja que sabe bien a qué hora caerse por allí. Obviamente saca número, el uno. La tranquilidad deja paso a una situación tensa, estresante, asquerosa. Es hora de ponerse en guardia frente a la advenediza. Que yo vine tan temprano que ni número saqué. Carajo. En un momento de extremo silencio (quizá cuando el que atiende fue a consultar una enorme carpeta de folios para determinar el precio de la pieza que necesita el forro de adelante) uno se arrima a la poseedora del orden numérico para advertirle que, sin número, a uno le asiste el derecho de irse primero. Sea cual sea el resultado, el tiempo va pasando inexorablemente. Las diez de la mañana están ahí nomás. Uno sabe que en la lista de cosas para hacer en esa mañana todas las que sigan serán igual de engorrosas. Porque a esa hora sí, a esa hora este pueblo pedorro está en pleno frenesí de actividad, a esa hora tenés cola hasta para que te lleve preso la cana.
El temita es cuando, supongamos, las hijas de uno salen a las doce. Las manecillas del reloj pasan por nuestra cervical como las agujas de un acupunturista piscópata. Es tiempo de tachar, de ir descartando asuntos que harían nuestra mañana productiva. La mañana se va, le decimos chau a la mañana, así, con la manito. Todo lo que esta manga de zánganos, que constituyen esa mentira que llamamos sociedad, se negaron a hacer a las ocho, lo pagaremos con una enorme lista de pendientes reformulada en orden a las prioridades. Quedarán primero las facturas que si no pagamos nos cortan el servicio, segundo las cosas a reparar y las compras de alimentos, dejando para lo último y con pocas esperanzas comprarnos algo que nos guste.
A mí me gusta dormir, capaz que mas que a muchos. Pero esta pachorra me tiene harto, sinceramente. Pónganse las pilas que hace frío para andar haciendo tiempo tan temprano.
Comentarios
Pero es verdad, yo antes ni loco me levantaba temprano para realizar un trámite, pero ahora con los años vengo sufriendo la demora de los horarios de apertura de todos los comercios. No se en el cento, pero en los barrios es común que todo abra a eso de las nueve, y digo a eso pq es muy informal es cierto.
te mando un abrazo y un gran cariño. Podría agregar muchas cosas más, pero a veces es mejor tragarse la bronca, y otras te las comentaré cuando pueda verte personalmente.
Te quiero viejo,
Ariel
Qué suerte que seas un marplatense distinto, y pueda sentirme identificada con vos. Gracias
Sandra