El querido invierno en el infierno
Soy de los que reivindican el frío, uno más del tan vapuleado winter team. En verdad no es tanto eso, es que sufro demasiado el calor. Me angustian de verdad los pronósticos que en verano auguran temperaturas que superan los 30 grados. Porque nunca fui amante del sol (mi piel es de un blanco teta-de monja-sueca; el astro rey me odia), y en consecuencia detesto la playa (y el sistema humano que allí se vuelca), y – sobre todas las cosas- porque mi departamento es como un horno pizzero, junta calor durante el todo el día que me hace la vida imposible. En cambio al frío te lo sobrellevo. Me parece que empuja a la introspección, lo contrario a la banalidad del verano. Me gusta la ropa para frío, me gusta el viento, me gusta la comida de olla, me gusta envolverme en frazadas… Y... un hombre en situación de calle se murió de frío. Se murió de abandono, de exclusión, de neoliberalismo al estilo Macri. Entonces queda mal decir que el frío es lindo. Porque las redes convie