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Mostrando entradas de mayo, 2018

Vómitos de perro

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   Anoche un vecino hizo un escándalo por whatsapp porque encontró un vómito de perro en el pasillo del edificio. El chabón, que en todo el 2017 no pagó una sola expensa, cargó contra todos, contra la dueña del perro y contra los que nos quedamos callados ante la ignominia, porque así lo educaron a él y bla bla qué barbaridad la vecindad. Cuestión que no limpió la porquería, avisó que le estaba echando lavandina para facilitarle la tarea a quien debía ocuparse, que era la dueña del perro y de lo que éste lanzó desde adentro. Claro que ese punto específico era cierto, aisladamente, pero justo venía de quién no tenía la más mínima autoridad. Y creo que no cabría en ello una calificación de falacia ad hominem, porque el sujeto y la afirmación se cagan a patadas, como cuando Macri se queja de la corrupción. Dale.  Cuestión que el tipo se fue a dormir con la satisfacción de estar moralmente por encima de los demás. Yo no le contesté, porque el caudal de mi respuesta excedía en much

Ellos y nosotros

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   Era diciembre de 1988. Cuando en La Plata hace calor, hace calor. Nos encontramos con El Pollo en la puerta del café que teníamos que abrir, limpiar y atender. Ambos teníamos la beca de trabajo que nos otorgara el centro Universitario Marplatense. Los dos habíamos estado escuchando la radio toda la mañana y llegamos llenos de adrenalina a las puertas del caserón del Centro sobre la calle 5. Otra vez, milicos de mierda. Qué hacemos, no abrimos. No abrimos, hay que estar en la plaza, cuando vengan Elbio y Armandito que se crucen. La plaza estaba a la vista, justo enfrente, y una multitud ya se iba juntando. Abrimos, fuimos hasta el fondo a buscar los trapos , volvimos a cerrar y cruzamos. Desplegamos la bandera del CUM y nos fuimos sumando a los coros "el pueblo unido jamás será vencido". Corrían épocas en que los que -por edad- habíamos quedado a salvo de la dictadura, sentíamos que era nuestra responsabilidad histórica evitar que los milicos no vuelvan, dando la vid

Nuestra casa

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    Ser argentino es sentir que uno vive -todo el fucking tiempo, toda su jodida vida- en el segundo piso de un castillo de naipes. Hay un techo (un siete de espadas, un caballo de bastos), hay un piso con una trama de azules y de blancos, pero en cualquier momento llega una brisa y nos tirará a la mismísima mierda.   Es triste, y lo es más porque durante unos años se habían empezado a solidificar estas paredes   Soy el chanchito violinista, mi casa es de paja. Vengo tardando una vida en descubrir que no soy como el chancho sensato, que lo mío no son los ladrillos, la solidez, la capitalización, la ropa de marca, el auto, el viaje por Europa. Mi violín es ésto, el tiempo de ponerme a escribir, el tiempo de ponerme a leer, tragarme el conocimiento a cucharadas de artículos, libros, videos educativos y cuanto dato sistematizado me ofrezca el mundo. Mi felicidad no es material sino todo lo contrario. ¿Y para qué? Para mí, tardé una vida en aprender que el saber no garpa tanto

Metáfora #602 Boludo que sos

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 Por qué será que buscamos metáforas si ya se entendió, para qué urdimos figuras retóricas si queremos decir te lo dije. Para regodearnos en haber tenido razón. Resulta que no te gustaba la niñera, estabas harta, ya no la soportabas. Fundamentalmente porque se comía el fiambre de la heladera y hablaba mucho por teléfono y estaba tiqui tiqui mandando mensajes todo el rato, y nada te importaba que tus hijos la pasaran bien con ella. Mientras la despedías y todavía te estabas quejando, vimos que le abriste a un reemplazante siniestro. Vos repetías lo de los 200 gramos de salame y veíamos que el nuevo se acomodaba e iba dejando sugestivas pertenencias sobre la mesa: un chupetín, un pedazo de gasa, un frasco de cloroformo, una cuerda, un bisturí con dos hojas de repuesto y una heladera de playa con un sticker pegado que decía Tráfico de Órganos infantiles. Y vos dale con el celular de la otra niñera y nosotros fijate si es normal que tu nuevo niñero se ponga la máscara de Jason. A

Lenguaje

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  Quiero decir algo nuevo, a sabiendas de que mentes acaso más brillantes ya han dicho casi todo lo posible sobre el tema, parte de lo que andará dentro de mí para presentárseme como ideas novedosas. Qué carajo me importa, si además mucho no se me lee. Justo tiene que darse la coincidencia de que quien entre haya leído a lingüistas y semiólogos y se acuerde y levante un dedo y me diga, ah, pero esto no es nada novedoso, ya lo dijo Todorov mientras se quitaba un pedazo de chorizo con un mondadientes en una playa de Mar de Ajó.  Me impresiona la inconmensurable potencialidad de nuestro lenguaje, ese superpuzzle desarmado, esa descomunal sopa de letras que humea en nuestras mentes, formando palabras aleatorias, creando infinitas combinaciones que darán pensamientos, poesías, teorías, insultos, declaraciones de amor y de guerra. Somos palabras, somos las palabras que nos han dicho, somos las palabras que dijimos y también las que callamos. Somos la palabras que se paran frente a las