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Mostrando entradas de marzo, 2016

Presentes

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No hace falta para recordar un pila de papeles amarillos, ni listas mecanografiadas, ni fotos en blanco y negro, ni siluetas que flamean, ni con vida los llevaron, ni filmaciones de la época, ni la placa en el rectorado, ni un plato vacío en la mesa, ni los lápices que escriben. No hace falta para exigir justicia haber estado en la noche oscura en que entraron y se lo llevaron, ni llevar puesta la carne que electrificaron, ni haber construido a un padre con retazos, ni haber tenido colgada la campera del hijo. Para que estos 40 años te atraviesen, para que sientas un hormigueo que te recorre la propia biografía, basta con tu don de gente, basta con esa empatía que te hace ver a las madres como si fueran tuyas, que te hace ver a las abuelas como si fueran tuyas, que te hace compañero de los compañeros desaparecidos, siempre presentes,  siempre los tuyos, siempre con ellos tratando de enderezar el mundo.

El eterno discurso del Yo no fui

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Si no fuera cínica sería graciosa la manera en que las grandes potencias intentan deshacerse del registro de sus fechorías.  En estas horas, el Mal golpeó a Bélgica. Una serie de atentados en Bruselas que el Isis ya se adjudicó, dejó un saldo de –hasta ahora- 34 muertos.  Y uno piensa en Bélgica y piensa en la civilización, en la coexistencia de tres idiomas, en la capital burocrática de Europa. Por un mecanismo milagroso, por arte de birlibirloque en donde contribuye el poder mediático mundial, se nos hace lejano –por ejemplo- El corazón de las Tinieblas de Joseph Conrad. El corazón de las Tinieblas, es una novela publicada a principios de siglo XX. Cuenta un viaje por el Congo, el Congo belga dominado por Leopoldo II. Racismo extremo, torturas y esclavitud al servicio de la extracción de caucho y de marfil. En la historia de Conrad aparece el personaje de Kurtz, el representante colonial vuelto loco y tratado como a un dios por “los salvajes”. Más tarde, en el cine, retoma