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Mostrando entradas de octubre, 2014

unos ojos en la pared

D ibujo. Dibujaba. Me están entrando ganas. Si yo hiciera lo que me place ahora, buscaría entre las bolsas que acopian antiguos instrumentos de dibujo, hasta dar con las carbonillas baratas que compré (o alguien me regaló para que corte mi letanía de dibujante retirado). En esa bolsa me toparía con la engrampadora con la que planeé estirar las telas sobre bastidores que yo mismo construiría. Debe haber crayones, acrílicos secos y otras porquerías inútiles, junto con incontables juguetitos de cajita feliz o de huevitos kinder.  Agarraría un carboncillo y me pondría a improvisar sobre las paredes del living. Todo un símbolo, porque en dos años jamás pinté, y bien que debería; las paredes se vuelven amarillas. Pero como el "dibujaba" viene con el "pintaba", se me hace demasiado pedestre agarrar un rodillo para blanquear. Cuestión que no hago ni una cosa ni hago la otra. Soy toda una máquina de postergar, creo que básicamente porque no creo en mí, o si me creo no me

Las garras del peluche

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Amor y Odio, los hermanos siameses que comparten corazón. Las manitos acolchonadas del gato, que esconden las uñas que podrían hincarse en tus ojos. Somos Ghandi con fiebre y también, la encarnación de la Ira Mancomunada del Infierno,  jugando con la máquina de aniquilar. Ricas puñaladas de carne para la cena, ácidas puñalabras para el postre. Y la duda de si acaso habría sido mejor  no haberse conocido. Qué difícil discernir: los gemelos éstos se nutren  de  los mismos detalles.

El pajarito que se hizo libre hablando

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Cuando el pájaro aprendió el idioma humano, pudo decir - Yo quería ser libre. El amo, sentado enfrente, con los ojos fijos en los del ave, esperaba las primeras palabras (porque fue siguiendo los progresos, en un gradual pasaje desde el trino animal al lenguaje de los hombres), pero no esperaba éstas. - Desagradecido pajarraco – respondió dando una cachetada en el techo de la jaula –maldito pájaro malagradecido. Podrías agradecerme mi amable atención, la forma en que te cuidé desde tu llegada, que nunca te hice faltar el agua o el alpiste, que te cubrí con una manta para ponerte a salvo del frío y del sol, que te ponía tu huevo duro para que incorpores calcio… No! en lugar de eso, lo primero que sale de tu pico es una queja!   Fastidiado, el amo se eyectó del banquito apoyando fuerte sus manos en las piernas para pararse, después giró hacia la cocina y fue a empezar el mate, dio una chupada violenta al sorber lo último del agua y apoyó fuerte el mate en la mesada. Después