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Mostrando entradas de octubre, 2009

Cápsula del tiempo

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Habrá vida más allá de la vida? La pregunta vale también para las cosas. Algunas ya nos dejaron, otras lo harán pronto. Y como lo único tangible es nuestra capacidad de recordar, va aquí una primera lista a salvar de la extinción por olvido. Deseo conservar: el olor y el sonido de la máquina de escribir, el aroma penetrante de la tinta, el repiqueteo de las teclas (un sonido que cambiaba con el papel mal ajustado), la campana de fin de línea. El mecanismo de sube y baja para las mayúsculas, el racimo de letras enredadas. el perfume a galletitas molidas de la bolsita cuadriculada de jardín. el de cuero transpirado de la cartera de la escuela. el perfume compuesto de una chica de primer año: chicle bazooka, una colonia y el sudor de una mañana de noviembre. los zapatos Paggi a estrenar el primer día de clases. Los carbónicos, los secantes, el transportador de chapa, los sacapuntas y reglas que cambiaban de imagen al inclinarlos. Las galletitas insípidas de color claro con las figuras de

Mirar atrás

En pocos días pasó que me encontré, 20 años mediante, con unos amigos de la facultad; y dos personas cercanas tuvieron reencuentros parecidos. Y con tres modestos casos, ya estoy pensando en una regla general: hay cierta necesidad de no perder contacto. Los motivos, creo, saltan a la vista. Por si no, arriesgo cuáles son para mí: Solemos extraviarnos. A veces nos pasa, como dice el tango, que no sabemos qué bondi hay que tomar para seguir. Orillando los 40, también nos cansamos de emprender por lados desconocidos. Qué mejor entonces que desandar unos pasos y reirnos un rato con vivencias del pasado, que acaso nuestra memoria pudiera descartar en el futuro. Solemos cambiar. No somos exactamente lo que fuimos. Sí conservamos la esencia, y eso nos basta para no reconocerle al tiempo su trabajo. Pero cuando uno siente que algunos cosas ha aprendido, alguno soberbia se ha mitigado con las trompadas de la vida, quiere una charla con el que fue en el pasado (y ahí está uno traído hasta e

El grillito inmortal.

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Nada hay más difícil que encontrar un grillo en una librería. Podría estar bajo las mesas, en la vidriera, prácticamente en cualquier parte. Además es una búsqueda carente de sentido, porque no puede matarse un grillo sin que atraiga la mala suerte. Así que tampoco le pusimos mucho énfasis. Creo que ninguno quería admitir esa limitación cabalística ni verse suplicando a un insecto que haga silencio. Cri cri, cri cri. El tema era que había recital en el salón. Mi oficina, alguna vez comenté, es una suerte de camarín, de bambalina, de back de los números artísticos. Yo últimamente estoy medio podrido del arte, así que apenas respondo a las muchas frases que tiran los artistas, apenas despegando la vista del monitor donde juego poker on line. Estos estaban de negro, camisa negra, pantalones negros. Dos guitarristas virtuosos. Mientras uno tocaba en el salón, el otro esperaba en la oficina y también tocaba. No sé para qué, si toca bien. Para romper las pelotas. Y el grillo seguía a