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Mostrando entradas de agosto, 2008

People meter

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Por fin en algo pierde la Disney. El émulo británico de Art Attack, Mr. Maker, les pasó el trapo Rui y al señor manitas sin esfuerzo y a poco de empezar. Menos detallista en los trabajos propuestos y con una conducción mucho más divertida y loca, el taller de plástica del Discovery Kids se ha ganado un puesto de preferencia entre los artistas de mi casa, pareciéndonos las cosas que hace el chabón mucho más accesibles. También creo que está más bueno porque el muchacho parece disfrutar mucho más el proceso que del resultado. De hecho, ahora que nos pusimos a confeccionar una maqueta de una célula animal, y pese a que usamos el remanido "engrudo especial" (plasticola con agua) que nos enseñara el programa de Disney, nos decimos todo el tiempo que somos Mr. Maker. Este post no es nada importante, pero bueno, quería decirlo y para eso me puse un blog.

Los ojos

Puta qué irónico. Me había dejado llevar por Osvaldo Bayer a través de su prólogo a "Operación Masacre". Y ahí estaba, en una composición extraña tenía el libro abierto sobre la computadora (también abierta, perpendicular) y ya sin ganas de una cosa ni la otra. No porque el libro no mereciera ser leído una y otra vez, sino porque llega una hora en que la cabeza quiere rendirse. Y como ya no había nada de la compu que pudiera atraerme y -por más que se esfuerce el prócer en mantener mi interés- el libro quería volver a la biblioteca, empecé un proceso de cerramiento masivo. Pero me detuve un instante a leer un cartelito de esos automáticos con que te escorcha windows: ¿desea cerrar todas las pestañas? Desea cerrar todas las pestañas. Eso viene a significar que tengo más pestañas que el par con el que creo contar. Por ende tengo más de dos ojos. Y la compu me pregunta si quiero cerrarlos todos. Bien podría ser un insecto, una araña por ejemplo, o un monstruo del espacio.

La supresión del espacio-tiempo en el supermercado

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Por vivir cerca del supermercado Carrefour, resulta común que compras muy corrientes las realice allí en donde otros marplatenses van los fines de semana para aprovisionarse y dejarse bombardear por los cañones de colores y ofertas de la cadena francesa. Ocurre que por la asiduidad de mis visitas, he llegado a catalogar perfectamente los estados anímicos que me van invadiendo desde que agarro el carrito y hasta que lo dejo en reemplazo de mi coche al partir. La primera faceta es la de cierto módico optimismo, al evitarme recorrer varios negocios para hacer mis compras con el concomitante perjuicio de ubicar el sitio, parar el auto, bajar y volver a subir. En esa retahíla de góndolas hallaré lo que se acabó o lo que es menester. Pero enseguida el lado bueno empieza a derretirse, dejando paso al otro. Humanoides recargados en los barrotes de conducción de sus vehículos de alambre, bloquean el acceso al pan, al café, a la balanza de la verdulería y - más que nada- al sector de la carne. L

SOLIDARIDAD CONMIGO

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HOY VOY A ESCUCHAR A MI SUEGRA EN UN CORO

jugale al 38

Me da impresión la cantidad de vidas y posibles destinos que ya caben en mi vida. Dentro de poco cabrán dos yo de 20. Me da curiosidad saber cómo le fué al yo que quería ser veterinario y al yo que se entregó a la bohemia mientras estudiábamos en La Plata o al que eligió perseguir el dinero. Y todavía no se qué voy a ser cuando sea grande. Aunque no se si la pregunta era ser o hacer Ser o hacer, esa es la cuestión.

Pequeño cuento que se me dió por ilustrar

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Un día, el señor oso se encontraba a punto de defecar, cuando el señor conejo se ubicó junto a él con idéntico motivo. Mientras ambos se hallaban haciendo fuerza, el señor oso preguntó al señor conejo: - a tí te molesta cuando la caca se adhiere a tus pelitos? El señor conejo lo meditó un instante y respondió: - No, para nada. Y entonces, el señor oso se limpió el culo con el señor conejo. Fin

Todo tiempo pasado fue anterior

Cuando yo era pequeño, mi madre no usaba las tijeras en la cocina. Ahora, en cada comida las estoy buscando. Pero sí usaba un martillo de madera para convencer a las milanesas de ser tiernas. Y yo creo que ahora las milanesas ya vienen convencidas. Y recuerdo a la abuela del gordo Biasucci estirando y retorciendo el cuello de una gallina. Después la colgaba pico abajo de una puerta y al rato la decapitaba. Después la destripaba, la lavaba y la desplumaba. Todavía conservaba la gallina sus patas por debajo de las rodillas, con uñas y todo. El otro paso era cortar esa parte y pasar todo el cuerpo por una hornalla para chamuscar los últimos restos de plumas. Si un niño de ciudad viera todo esto, no comería pollo nunca más. Pero qué sabor el de aquellos cadáveres tan meticulosamente moridos.