Hora de pensar
Uno de los encantos de ser argentino consiste en la vertiginosidad de nuestra actualidad política. Todo muta tan veloz que resulta fácil pensar una cosa hoy y todo lo contrario en pocos días. Me ha pasado con el caceroleo pseudo campirano. Y como no es la primera vez que me pasa, he resuelto tomar ciertas precauciones para la próxima. Aclaro que, aunque me abochorna equivocarme alguna noche que otra, he tenidos años de acertar. (Aclaración al pedo por cierto, qué más da acertar los pronósticos si nunca se juega al caballo ganador) Y creo que me equivoqué con la entrada en escena de Luis D'Elía. Me parece un bruto, un emergente deprimente, bola 8 cayendo en la tronera equivocada, un oficialista nauseabundo, una polilla chocando contra las paredes. Todo eso. Pero su aparición en la plaza la otra noche no estuvo, creo ahora, tan mal. Por alguna razón me consustancié con el rubiaje y, como hipnotizado, consideré a la turba de piqueteroficiales como una reedición de las fasces de combat