La chica que leía en la parada del 91
Fui descartando cosas que podría decirle. Cuando subí al 591 me fui con la frase definitiva sonando en mi cabeza: Hay un fusilado que vive. Me hubiera parado delante y le hubiera dicho, Hay un fusilado que vive. A ella le habría sorprendido que en ese lugar y a esa hora un tipo le diga la misma frase que le soltaron a Walsh en aquél café donde jugaba ajedrez en La Plata, las cinco palabras insólitas que dieran origen a su maravilla Operación Masacre, el libro que ahora la chica sostenía en la mano, sentada en el banco de la parada, el libro abierto cerca de las últimas treinta páginas. Luro e Independiencia es el epicentro de la clase media baja de Mar del Plata. Por ahí pasan todos los micros que nos llevan para casa. Al mediodía hierve por los negocios y los bancos, por eso abunda en manteros que venden anteojos, pajaritos de plástico que suenan con agua, palo santo, pañuelos de papel, se reparten volantes. A la noche los laburantes poco aptos para créditos esperamos al