Se lee demasiado, y entonces no se lee nada.
No es lo mismo leer que citar un texto, no es lo mismo leer que compartir un extracto con la foto debajo del fulano que la escribió. Pienso que muchos hacemos eso para recordarnos lo que es leer, pero leer en serio, leer en privado, gozando de ese espectáculo codificado del lenguaje, siendo atravesados por conceptos complejos que, por bien armados, tienden a parecernos ciertos; esa aceleración de la sangre con nuestro personaje acorralado, ese cosquilleo en la entrepierna por una minúscula y a la vez super potente escaramuza romántica. Leer en serio es no estar en las redes contando que se lee, el grupo es otro, una secta de personas que se reúnen en pliegos de papel cosidos y pegados. Es no estar para nadie porque se está en la trama, y la trama se reserva para los ojos (y el corazón y el cerebro) de quien ha decidido espiar entre las hojas. Me considero lector, aunque pasen semanas y meses en que no lea. Porque ser lector es una condición de vida. Es haber leído por hambre, es