Escuchame una cosa vida. No puedo decir que nunca te reclamé nada, porque no he hecho otra cosa que reclamarte el camino que los sueños prometieron. Pero una vez de vez en tanto estaría bueno que salga mi número. Y fijate que en el fondo ni siquiera estoy seguro de quererlo, porque entiendo que la felicidad que proveés no es para llorones ni mendicantes, que a vos se te conquista con el mucho luchar, con el mucho honrarte. Pero es que levanto la cabeza de esta noria en la que me hallo metido y empujando y siento profundamente que algo me estás debiendo. Tenés que tener un premio para mí que se me olvidó reclamar. Es lo que hago ahora. Ojo que también soy conciente de todo lo que me has dado o - quiero creer- he conseguido. Mis hijas, mi mujer, mi intelecto, mis manos y mis piernas. Pero fijate si en un bolsillo no te quedó un trofeo, una torta de jamón una caricia un reposo inesperado un paseo por los caminos que deseché una ovación un lugar en tu cuadro de honor.
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Mostrando entradas de abril, 2010
Amistades en red
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Mi papá creía que si uno hablaba con alguien el tiempo suficiente, tarde o temprano iba a encontrar que alguna vez el camino entre ambos tuvo puntos en común. Y que eso valía para cualquier habitante de la tierra. Entonces, cada vez que conocía a una persona arrancaba por el apellido, seguía por lugar de nacimiento, ocupaciones, estudios... Era hablador papá. Me parece que las redes sociales son un poco eso, fascinan por las casualidades y las coincidencias. Un problema, pienso, es que en lugar de seguir cada uno su viaje, como ocurría antes, todo queda plasmado en un mosaico permanente de nombres y caras del pasado junto a nombres y caras del presente. De vez en cuando un pescado podrido se engancha en la red, uno que es amigo de un amigo de un amigo, que tal vez sea un enemigo, un indeseable, un perdido de ex profeso. Y entonces procedemos (procedo, no generalicemos) a revisar los hilos de plata de la trama, buscando dónde está la falla, hasta donde alcanza la afinidad con los se
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Por suerte me dí cuenta del ardid. Es como el genial parlamento de El abogado del Diablo que sale de la boca de Al Pacino. Mira, pero no toques, prueba pero no tragues. Vivimos atravesados por un discurso sanitario,una mezcla de orientalismo y cúmulo de indicaciones médicas que nos llaman a detenernos, a disfrutar de las pequeñas cosas, hacer deportes, comer fibras, comprar envases verdes en el súper, tomar agua, reirnos, salir de vacaciones, verle el lado amable a la existencia tirando siempre buena onda porque vuelve, pensando en positivo. Dicen que así la vida se prolonga en cantidad y calidad. Esa vida que se te pasa mientras estás ocupado en otras cosas. Pero tan perverso como ponerle más sabor a los alimentos que menos debemos ingerir, es, además de cargarlo a uno con muchas más tareas que las que podemos soportar, meterle por el culo del inconciente la culpa por no vivir como se debiera. O una cosa o la otra, si querés que salga a correr con una botellita de agua no me pinch
Saeta de palabras a la hora de la comida.
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Qué es una frase así dicha. Una exhalación dotada de sentido, es aliento racional, un manojo de palabras que entendemos y luego se desvanecen como si viajaran dentro de una burbuja que hace plop. Pero esas palabras efímeras, en ocasiones se hacen flecha y se incrustan para siempre en la diana de la memoria. Y eso sin que lo sepa quien las dice. Y allí iremos con la flecha incrustada en el medio de la frente. Hoy: papá, yo a veces pienso que no voy a poder encontrar un hombre tan maravilloso como vos. es todo. Listo calixto, llevenmé nomás, mi tarea en este planeta está cumplida.