Quiero un contrato con la Marvel.
Llegué demasiado temprano, tenía como media hora hasta que salga la niña. Soy un enfermito de la puntualidad. Por un instante me quedé parado en la calle, porque si iba al kiosko a tomar un café no podría fumar; así que prendí uno y me quedé con cara de nada, apoyado en la puerta del auto. Se acerca un flaco con gorro de lana puntudo y una moto a la rastra. Me pregunta si sé de alguna otra estación de servicio, porque en ésta de enfrente no le cargan porque no tiene casco. Hago la cuenta, serán como diez o doce cuadras, demasiadas para arrastrar una moto. Le indico. El muchacho putea su suerte, y "cómo arranco la semana y la concha de la lora me están esperando en el trabajo". Te entiendo, le dije. Y él que se aleja con el cadáver exangüe de su moto hacia alguna parte. Me quedó una extraña sensación, una contradicción interna que aquí expongo. Porque podía haberlo ayudado (no lo ví en ese momento, vino a mi cabeza después): iba yo con una botella de dos litros que teng