Choque esos cinco
Me han comentado que en España, sitio otrora próspero y ahora con padeceres argentinezcos (eso por dejar entrar a tantos de los nuestros, somos como la gripe porcina), no tienen tanta costumbre de manifestar físicamente que se está ante otro ser humano. Como que un hola alcanza. Acá en cambio prodigamos besos confianzudos a diestra y siniestra, aún a gente que vemos por primera y única vez en nuestra vidas. Un paso antes de tanta baba se hallan nuestros apretones de manos. Hay esttrechadas que parecen de filet de merluza, las hay bien o mal colocadas, las hay intensas y algunas son interminables, produciendo una incomodidad pasajera. De lo que estoy harto es de esa subespecie de apretadores de manos que hacen de ese gesto una suerte de comprobación de su propia virilidad. Te la estrujan como quien retuerce una valerina y sentís cómo te cruje hasta el último hueso sin que puedas decir ni ay a riesgo de perder el puesto de macho alfa que se encuentra en disputa. A esos hijos de mi