Una chica se pone de pie


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Una chica se pone de pie en el fondo del salón: "profesor, me parece una injusticia que no pienso permitir". Algunos pocos se emocionan para bien, alguien lo tenía que decir. Un sector es asaltado por una fuerte y súbita envidia, en efecto es una injusticia, pero quién se cree ésta para ponerse de pie y decirlo. Otra parte del curso directamente se indigna por la mera existencia de un elemento emergente que se para y dice lo que piensa. Desea mucho que sobre la díscola truene el escarmiento, unas buenas amonestaciones para que se calle.


En el fondo de muchas antinomias argentinas subyace el odio a quienes no se resignan, tan simple como eso. Se odia al pobre que reclama por sus derechos, que en ocasiones consigue. Se odia a las muchedumbres de los que salen de sus casas para exigir justicia. Se odian las expresiones políticas que ponen voz a los silenciados, a los pauperizados, a los excluidos, a los desconectados. Porque del otro lado admiran a los que se representan a sí mismos, a las clases ganadoras que ganan en todos los frentes, en sus ganancias empresarias bien o mal habidas, en la política y en los medios. Aman la prepotencia del macho alfa, porque aspiran a ser uno, porque llegado el caso serían aun más crueles con quienes intentan depreciar al poder o equilibrarlo. No teniendo monarquías como en la rancia Europa, los culorotos de por acá ensalzan a un puñado de familias que se apropian de lo ajeno.

Se opondrán a todo lo que altere el tránsito, esa gran metáfora del capitalismo. A todo no, jamás se quejarían de tractorazos empresarios, desfiles cívicos militares o cacerolazos contra gobiernos de corte cabal o pretendidamente popular. En la Argentina se llama antiperonismo, no sé en otras partes si tiene nombre, pero el espíritu es el mismo: aplasten lo que se salga de la norma, siendo la norma el orden impuesto, que se emplata como el orden natural.

También se llama antifeminismo, anti derechos de la mujer, anti pañuelo verde. Porque el pañuelo celeste no existe sino para imitar al verde y ser su antítesis, que no es evitar los abortos sino evitar el empoderamiento de las mujeres humildes, a las que la cultura de dios, patria y propiedad han hecho abortar de a millares, para cuidar las formas y el honor de las familias. No se trata de salvar bebés ni de salvar ni una ni dos vidas, se trata de que no quede precedente de chicas que triunfan cuando se ponen de pie.
Malas noticias: las chicas que se han puesto de pie ya no se van a sentar,

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