La vuelta del malón


 Lo pude ver en persona, al igual que a Sin pan y sin trabajo, de De la Cárcova, que está en la pared perpendicular, en la sala 24.
 Ya se ha dicho todo, no voy a ser original, pero necesito contar lo qué sentí al tenerlo enfrente.

 Es el regreso triunfal de una batalla, hay heridos, hay adrenalina hasta en los ojos del caballo del cacique. Pero el botín dice que ganamos, que le ganamos a la soldadera de Alsina y a sus curas, porque venimos blandiendo sus cachivaches litúrgicos. Ironía de la historia, los despojadores han sido despojados y alzamos la cruz como una hinchada blande los trapos del rival. Por allá un compañero convierte en boleadora un inciensario. Venimos por el barro a los gritos, felices bajo la tormenta.
  No sabría acomodar a la cautiva, a la nueva india blanca de la que se hizo la tribu. Es el siglo XXI y ahora suena a trata, aunque allá era el XIX y las personas se traficaban de ida y vuelta, y no parece más víctima la mujer desnuda que todos los indios que se vendían por las plazas. Ahí lo dejo.
 Me gusta el cuadro porque necesito saber que es posible tocarle el culo al poder, arrebatarle algo de lo que nos quita y que por ende es nuestro.
  Ya sabemos como terminó la historia, pero no puede decirse que los indios no lo intentaron. Hay que pasar a ver La vuelta del malón de Ángel Della Valle.

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