Lenguaje


  Quiero decir algo nuevo, a sabiendas de que mentes acaso más brillantes ya han dicho casi todo lo posible sobre el tema, parte de lo que andará dentro de mí para presentárseme como ideas novedosas.

Qué carajo me importa, si además mucho no se me lee. Justo tiene que darse la coincidencia de que quien entre haya leído a lingüistas y semiólogos y se acuerde y levante un dedo y me diga, ah, pero esto no es nada novedoso, ya lo dijo Todorov mientras se quitaba un pedazo de chorizo con un mondadientes en una playa de Mar de Ajó.

 Me impresiona la inconmensurable potencialidad de nuestro lenguaje, ese superpuzzle desarmado, esa descomunal sopa de letras que humea en nuestras mentes, formando palabras aleatorias, creando infinitas combinaciones que darán pensamientos, poesías, teorías, insultos, declaraciones de amor y de guerra.
Somos palabras, somos las palabras que nos han dicho, somos las palabras que dijimos y también las que callamos. Somos la palabras que se paran frente a las puertas del sueño como patovicas, vos no podés dormir, nos esquivaste todo el día, miranos, bailemos, te vamos a cagar a palos hasta que tu sueño sea un desmayo.
  Vamos a la vida con nuestra caja de herramientas del lenguaje, algunas cajas completas, algunas cajas paupérrimas. Pero nadie es rico o pobre en abstracto, todo dependerá del deseo y es el deseo de comunicar lo que mune de pinzas, destornilladores y tenazas. Porque cuántas herramientas necesita el verdugo, cuántas tonalidades de sangre querrá mencionar, qué hay entre un hacha desafilada y un hacha afilada, cuántos términos para describir lo que basta con afilar. Pero si el verdugo ama las palabras, si empieza a preferir las palabras a los hechos, el verdugo renuncia y se hace poeta, porque descubre que no puede acabar con una persona, no puede cercenar la potencialidad del lenguaje que también anida en el reo.
 Habrá arreglo del mundo en tanto podamos escribir alguna receta, que puede ser una teoría política o la fórmula para la bomba que liquide a los malos, malos que también -y caramba cómo la usan- tienen la capacidad de arruinarlo, escribiendo las recetas que dictan a los medios y regurgitan los mediocres que piden las herramientas prestadas.

Quiero seguir diciendo pero ya me cansé.


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