Lo que me pasa


Lo que me pasa es que cada vez que vengo a esta habitación del fondo, es porque estoy triste o emocionado. Rara vez he descubierto una verdad o llego hasta acá salticando de alegría. De modo que lo que va quedando en las paredes, parecen jeroglíficos de un alma en pena, el registro que servirá a un juez para cerrar un caso de suicidio, el diario de bitácora de un pirata de a pie.
Si llego sin intención, a la espera de que alguna idea me ilumine, me quedo mirando lo que escribí el otro día y trato de pergeñar una muy luminosa, chistosa y cordial que compense. No me sale ninguna y cierro.
Posiblemente sea el periodismo que todavía llevo metido. Eso de que no es noticia el avión que llega, pero sí el que se estrella. Las noticias son pequeñas rupturas en lo cotidiano. Si abro la heladera y las cosas están frías, no hay nada que contar. En cambio si todo está derretido, chorreante y podrido, ahí tengo lo comunicable.
Hay otros que transitan la ficción. A mí la realidad me basta para ocupar la cabeza. Está llena de trocitos interesantes, abunda en detalles, sólo en apariencia intrascendentes. Y para mí la realidad siempre fue la realidad política, hasta que por hache o por be dejaron de pagarme por contarla o interpretarla. Entonces, la sigo mirando pero no digo nada. Me abruma tanta proliferación de frases hechas, de opiniones que se compran en el kiosko como una tarjeta de Personal, tanta falta de pensamiento, no digo ya con el que coincidir, sino con el que empezar un debate medianamente interesante. Pero me consuela pensar que aun creo en cambiar el mundo antes de que el mundo me cambie a mí.
Y soy melancólico, qué joder. Un día le voy a pedir a mi vieja que me pase algunas fotos de cuando era chico. En todas tengo esa cara de triste que me la da cierta caída en el cieloraso de los ojos, en la parte sin pelo de las cejas. Y por ahí estaba de lo más contento, en un cumpleaños o algo así. Mi papá me decía que estaba siempre melancólico y meditabundo, ahora que me acuerdo. Así que para qué me complico, no voy a cambiar justo ahora, soy como un Mafaldo.

Y ahí va quedando otra marca en la pared.
Ma sí, prefiero ésto que el Facebook, que es recareta.
Me hago fan de este cuartito. Eso sí, tengan a bien revisar aleatoriamente alguna entrada de esta historia blogueada a ver si dan con algo que los anime y que me haya salido por casualidad.

Comentarios

Luciano ha dicho que…
Nos va rejuntando el viento.
el capitán beto ha dicho que…
Yo soy un melancólico empedernido y eso no va reñido con la felicidad. Vivo recordando aventuras pasadas, me sigo lamentando de goles que perdí y de novias que no tuve (incluso las recuerdo más que las que tuve). Entonces brindo porque cada uno vaya a su cuartito del fondo a recordar lo que sea. Ya lo dice la Vela puerca en una canción : "ay!!! que alegría poder ser triste hoy"

un abrazo
JorgeK ha dicho que…
Amigo Gordo y amigo capitán. Vieron que la vida acomoda la baraja como se le canta. Pero algo me dice, que en una de esas, con alguna forma de especial de cortar el mazo, ustedes y yo hubiéramos sido tres buenos compañeros del colegio y por qué no grandes amigos. Quién dice que no lo seamos. un abrazo
Luciano ha dicho que…
A lo mejor...pasa que por grupo no abundamos.
silvia ha dicho que…
-Y porque recordar o reeditar la historia de vida de uno tiene que llevar el estigma de un diagnóstico psiquiátrico como la melancolía o la depresión? La tristeza es la contrapartida de la alegría y más que buscar la "Felicidad", ideal moderno demasiado careta para mí, lo que hace valer la pena vivir la vida es la intensidad con que se viva las emociones, sean ellas alegres o tristes.
Osvaldo Pampin ha dicho que…
No se engañe don Kosti, usted no tiene "aún" el periodismo dentro USTED ES PERIODISTA Y QUE NO SE LE OLVIDE