un pedacito de algo

El corazón se le agitaba dentro como un resorte vivo. Era como una langosta atrapada en las manos: el insecto no diferencia ese espacio oscuro del que le ofrece la inmensa pampa, para él el hueco de la mano es igual que un enorme tinglado e indistinto del puente de aire fresco que sobrevuela un río. O tal vez sí advierte las diferencias. Acaso sean sus patas las que funcionen de una única manera: se carga de energía cinética, se prepara para saltar, gira su cuerpo y apunta, salta, se estrella contra la palma, vuelve a cargar, vuelve a saltar, choca de nuevo. Una y otra vez hasta que la libero.
Su corazón latía como una langosta presa.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Pobrecito grillito.
Saludos